Somos infinitos yo. Caleidoscopios.
Somos un perfil plural y amplificado,
y a la vez: virtud, temor, valor, pecado,
ángeles, demonios, ajenos y propios.
Somos esa extraña red contradictoria
de odios y de amores, de volcán, de hielo,
de polvo y de sangre, de tierra y de cielo,
de espíritu y carne, de pena y de gloria.
El espejo miente y con gesto babélico
nos exhibe a una de todas las caras
y las otras rugen con sus voces raras,
como rojos lobos, su llamado bélico.
Y en ese tejido pendular, el filo
de una sola espada nos mata en la sombra,
y del sol un rayo nos salva y escombra,
y hay una cornisa que nos tiene en vilo
por la que ya es tiempo de avanzar descalzos,
con la frente alta, con el paso fuerte,
como si no hubiera miedo ante la Muerte,
y valor igual que un rey ante el cadalso.
Porque antes,
después,
más temprano,
más tarde…
hay que desertar del Reino del Cobarde.