I
— ¿ Quién echa al aire su voz
y lo envicia todo el día ?
(Si a veces parecería
que si no hablara de vos,
-y sin la venia de Dios-
de aquél, de éste, de todos,
siempre y hasta por los codos,
no puede hacer otra cosa) ?
— La chismosa.
II
— ¿Quién con los otros se ensaña
por nunca mirarse a sí,
y se va metiendo así
con lento paso de araña,
sacudiendo su guadaña
sobre todas las cervices
sin respetar directrices
y de forma vergonzosa?
— La chismosa.
II
— ¿ Quién tiene lengua tan larga
que de bufanda la usa,
y sin la menor excusa
(pues culpa alguna la embarga)
transporta pesada carga
que al cuello le da seis vueltas
de lengua pura y revuelta
con toxina intravenosa?
— La chismosa.
III
— ¿Quién cuida de no morderse
por no sufrir en su seno
el implacable veneno
que destila sin caerse,
pues no deja de meterse
con el mundo conocido,
que con nombre y apellido
la sufre por peligrosa ?
— La chismosa.
IV
— ¿Quién va juzgando otros pasos
sin los suyos vigilar?
¿Quién se anima a sentenciar
sin juicio previo en los casos?
¿Quién, a lo Judas, da abrazos
y besos tan traicioneros?
¿Quién va moviendo el trasero
como raya venenosa?
— La chismosa.
V
— ¿Y quién, en el propio sarro,
tarde o temprano, algún día,
hundirá su hipocresía,
como pisada en el barro?
¿Quién - mierda del mismo tarro
en el que escupe sin culpas -
comerá y dará disculpas,
por charla tan ponzoñosa?
— ¡La chismosa!
Que el dios que le toque en gracia
en la hora postrimera,
piedad le depare y quiera
salvarla de la desgracia
de que en Fuego que no mengua:
¡ le arda su propia lengua…!