I
Yo no supe moderar los estipendios
ni atiné a la graduación de lo que di,
y hoy asumo sin decoros que perdí
hasta el códice más caro en este incendio.
Tuve fe (en cuánto luché), pero no en mí.
Cerré el muro del Haber sin resistencia
y en el culto del Deber y la Exigencia
puse piedra sobre piedra, y me escondí.
Es que a veces, con el dios de las Corazas,
suscribimos ciertos pactos anodinos,
y en infiernos terrenales y mezquinos
terminamos construyendo nuestras casas.
II
Pero un día (sin buscarte) yo te vi
y crucé entre los hiatos, sin temor,
para ir a anoticiarte de mi amor
y entregarte los poemas que escribí.
- ¿ Y después ? - Sin más rodeos, me volví
a morirme entre las rejas que hábilmente
construí para cuidarme de la urgente
consecuencia de esa llama que encendí.
III
Yo no supe nunca bien por qué no vi
que la apuesta superaba mi esperanza,
y no alcanza con querer, mi amor, no alcanza,
aunque nadie pueda ya quererte así.
Nada pido. Pero si hay flores preciosas
algún día en esa patria amurallada
que tenés por corazón, no digas nada,
y otorgame la autoría de sus rosas.