En fin, el reloj sonando,
el sol con el brillo idéntico,
la luz jugando en las hojas,
los dormidos limoneros,
dos gatos se van del patio
(los envidio a esos traviesos),
y hay un pino muy orondo
jugando a que toca el cielo,
los papeles en la mesa
mezclados con libros viejos,
palabras improvisadas
que algún día serán versos,
una agenda ya prescripta,
aroma a café y pan negro.
Hay un teclado gastado
(gastado, como mis dedos…)
Sin novedad en el frente
ni cambio de rumbo cierto,
el mundo sigue su curso
con la autocracia del tiempo.
Las Horas tejen los diarios
y se ríen en silencio,
las horas siguen su igual
camino de aburrimiento.
Nada ha cambiado, mi amor,
el mismo azul en el cielo,
y por no desentonar...
yo, que te sigo
queriendo.
Y (por no
desentonar...)