Yo, con vos, germiné,
eché tallo y raíces,
y mis pétalos grises
en purpúreos torné.
La fugaz primavera
me perdió entre tus
labios,
y borré los agravios
de la cuita primera.
¡Tan precioso elixir
el licor de tus
besos…!
que yo dije en un
rezo:
- Después de esto,
morir.
¿Quién querría otra
suerte
que morir en tus
brazos?
(Se ha caído en
pedazos,
de la envidia, la
Muerte)
Y a sazones, llegó
del otoño el lamento,
y su abrazo de viento
con crueldad me
arrasó.
Se cayeron sin pausa
los efímeros sayos
y quedó sólo el tallo
lloriqueando la
causa.
Flor desnuda y
herida,
espinada de
instantes,
cuyos falsos
diamantes
la vaciaron de vida…
Pero tiene un
consuelo
que le espanta la
sombra,
porque ahora es
alfombra,
(edredón sobre el
suelo)
una alfombra preciosa
que a tus pies, con
delicia,
les regala caricias
de prodigio y de
rosas.
Es la vida azarosa
como estrella que
pasa,
como el agua que
traza
una huella borrosa.
Sin embargo esa corta
existencia de amor,
justifica el dolor,
por la gracia que
porta.
Y en el tronco el
rosal,
aunque esté
despojado,
ve en tus plantas
pagado
con virtud, su final.
¿Quién querría otra
suerte
que morir en tus brazos?
(Se ha caído en
pedazos,
de la envidia, la
Muerte)