No quiero medir en
lágrimas
todo el tiempo
transcurrido.
Quiero medirlo en
abrazos,
quiero medirlo en
latidos.
En carcajadas, en
besos,
en los versos bien
paridos,
en cada gota de
lluvia,
en cada libro leído.
En los instantes de
gloria
(que, aunque no
fueron muchísimos…)
fueron más que
suficientes
para amparar lo que
digo.
En las personas que
adoro,
en los recuerdos más
lindos,
en el fiel de la
balanza
inclinado hasta el
delirio.
En los vestigios de
Dios
revelados en mis hijos.
En los blasones de
aire
de llegar a un
objetivo.
En el íntimo laurel
de ver un sueño
cumplido.
En esos dulce
milagros
que te trajeron
conmigo,
y en el amor que te
guardo.
En eso quiero
medirlo.