No me muevo más lento que mis penas
(inabarcable el paso, nunca firme),
siempre quedándome en lugar de irme
a procurar más cálidas arenas.
Reniego así del tiempo y del camino,
del irradiar de un véspero que es
falso,
y si escuchara Dios lo mal que me
alzo
cuando maquina contra mí el Destino…
Y viene Osho, tranquilo, a explicarme
que cada uno procura su suerte,
que si no soy feliz, es por la fuerte
auto-hecatombe que insisto en
gestarme.
Y una voz alta, aquí en mi corazón,
dice que el tipo tiene razón…