Te abrí mis puertas, y por darte todo,
te di mis ojos de estrellas caídas
del cielo raso. Sin que me lo pidas:
te di una mano, y el brazo, y el codo...
Te di mis sueños sin pulir. Mis besos
(esos que nunca antes había dado).
Vacié mi bolso entero con pecados,
manzanas rojas, espigas, excesos,
sobre tu cama, para que me quieras.
Y el capital más caro de mi vida:
mi ofrenda azul de letras malheridas.
Tanto te di sin que me lo pidieras,
que ni amor tengo ya… y estoy vaciada.
Quien todo entrega se queda con nada.