Prisioneros de los malos ratos,
del recuerdo viejo y malherido,
del minuto falto de sentido,
de la máscara de lo insensato,
del amor que no ha podido ser,
del fantasma de los desatinos,
de los golpes bajos del destino,
del querer y de los no poder.
Del dilema y del dolor rehenes,
de la piel que se aja fácilmente,
de la guerra interna que cruelmente
nos desangra corazón y sienes,
somos tigre herido que no muere,
y que al golpe dobla su vigor,
el metal se templa en el calor,
(más te afianza lo que más te hiere).
Somos árboles con nuevos brotes
que dirán que el frío no es eterno
y a pesar del puño del invierno,
limarán – de a uno- los barrotes.
Que no hay jaula ni contrariedad
que no se abra con la voluntad.