No es la violencia en las olas del
mar
la que va haciendo más lisa la roca,
no es el embate feroz quien provoca
que lo escarpado se empiece a limar.
Es la constancia, sublime atributo,
de acariciar la insondable aspereza,
con manos de agua y perfil de
entereza,
día tras día, minuto a minuto.
Es más o menos, distancias salvando,
lo que he planeado para mi
existencia:
pura espoleada de fe, de
paciencia
y voluntad, jamás abdicando.
El que persiste, concreta la
hazaña,
pule la piedra, mueve la montaña…