Que la vida es sueño, dijo,
cierto autor en cierto texto.
Qué divino hubiera sido,
qué no daría por ello…
En un palacio de Itaca
haber tejido ese lienzo.
Frente a un magnífico rey
haber leído mil cuentos.
A la pluma de Gustavo
haber inspirado un verso.
Haber sido ese bastón
en que apoyaba el Maestro.
O el perro que pudo ser
la luz que guiaba a Homero.
O la tinta dulce y ácida
de la letra de Quevedo.
O la autora irrefutable
del mejor de los sonetos.
O la trama de tus sábanas,
o el marco de tus espejos.
O abrir una carta tuya
confesándome un secreto,
diciendo que me querías
y que además, fuera cierto…
Qué divino hubiera sido,
qué más espléndido sueño…