- No encuentro mi casa - dijo el caracol...-
la piel que me cubre se lastima tanto
que ya se me agota el azúcar y el llanto,
y le temo al frío, y le temo al sol.
Y cualquiera roza y genera la grieta,
y la herida sangra una sangre invisible,
y me invade un miedo casi incomprensible
y veo tan lejos la cura y la meta.
No encuentro mi casa -dijo el caracol-
y eso que era férrea como los diamantes,
y era buen amparo para los instantes
en que me acechaban el frío y el sol.
No encuentro el refugio, no encuentro mi casa,
¿cómo me fabrico una nueva coraza…?