No me olvides, mi amor.
No me borres del mapa.
No condenes a archivo
mi tropel de palabras.
Y no quemes mis libros
en hogueras de escarcha,
no los cubras de mármol
bajo pérgolas blancas.
No me arranques de cuajo,
que soy flor desgajada,
margarita sin pétalos,
rosa oscura y quebrada.
Una estrella perdida
con la luz apagada,
una ola que fue
energía y ya es nada.
Asigname un rincón
apartado en tu cama,
una brizna de sombra,
un atisbo de lágrima.
Resguardame en silencio
bajo el sol de tus alas
de plumón tibiecito
y serena nostalgia.
No me rindas honores
ni me beses las plantas,
simplemente, pensame,
en las siestas más cálidas,
o en las noches de frío
en tu enredo de sábanas,
si el insomnio te acosa
en las horas profanas.
Te lo pido -creeme-
con un tris de esperanza,
una mano en el pecho,
y una espina en el alma.
No me olvides, mi amor.
Que mi nombre se esparza
como tibia ceniza
en el mar de tus páginas.