I
Por un error de estrategia,
te fui chocando, Molino,
desoyendo a todo Sancho
que advirtiera este delirio.
Sin embargo -tarde- supe
entender que no hay peligro
más grave que aquél que habita
en el fondo de uno mismo.
II
Y ya rompí tantas lanzas
que ante tu estampa, me hinco,
y con el yelmo en la mano
te declaro que me rindo.
Hasta el jamelgo mostró,
que yo, mayor raciocinio,
mejor prestancia al andar
y más freno en el relincho.
III
Pero al precio por mi errata
lo considero excesivo;
me fue facturado en lágrimas,
cobrado en sangre y en bríos,
y lo pagué dócilmente
como saldando un delito,
como aceptando una culpa,
como cumpliendo un designio.
IV
Ninguna hazaña adolece
de un último gesto digno,
y éste sería el blasón
a tanto poema escrito.
Si algo no tiene final
tampoco tiene sentido,
y esta historia bien merece
un colofón cervantino.
V
El desenlace le otorga
(vas a ver…) un sello nítido
de majestad, de grandeza,
de distinción y de brillo,
que no obtendría jamás
si en este yerro yo insisto,
con el tesón de una mula
y la incoherencia de un chico.
VI
Mis letras no alcanzarán
la eternidad de los siglos,
ni habitarán en los huecos
de anaqueles ilustrísimos.
Pero estos versos se quedan
para siempre dentro mío,
con la excelencia de un clásico
y la pasión de un latido.
- Te hubiera costado poco
mover las aspas un mínimo...
pero en fin, ya no lloremos
porque la leche fue al piso.
Terminemos el Romance
con el tono del principio,
(y porque no queda otra...)
dándole un touch de altrüismo. *
VII
Y hoy… (suspiros)
Y hoy... que me vuelvo a mi casa
a intentar otros destinos
(que no sean conquistarte
sin chance alguna), TE digo,
con el rocín estropeado,
el escudo retorcido,
la armadura hecha pedazos
y el dolor de haber perdido,
que a pesar de mis pesares
y de tantos desatinos
¡qué inolvidable y sublime
que fue chocarte, Molino… !
te fui chocando, Molino,
desoyendo a todo Sancho
que advirtiera este delirio.
Sin embargo -tarde- supe
entender que no hay peligro
más grave que aquél que habita
en el fondo de uno mismo.
II
Y ya rompí tantas lanzas
que ante tu estampa, me hinco,
y con el yelmo en la mano
te declaro que me rindo.
Hasta el jamelgo mostró,
que yo, mayor raciocinio,
mejor prestancia al andar
y más freno en el relincho.
III
Pero al precio por mi errata
lo considero excesivo;
me fue facturado en lágrimas,
cobrado en sangre y en bríos,
y lo pagué dócilmente
como saldando un delito,
como aceptando una culpa,
como cumpliendo un designio.
IV
Ninguna hazaña adolece
de un último gesto digno,
y éste sería el blasón
a tanto poema escrito.
Si algo no tiene final
tampoco tiene sentido,
y esta historia bien merece
un colofón cervantino.
V
El desenlace le otorga
(vas a ver…) un sello nítido
de majestad, de grandeza,
de distinción y de brillo,
que no obtendría jamás
si en este yerro yo insisto,
con el tesón de una mula
y la incoherencia de un chico.
VI
Mis letras no alcanzarán
la eternidad de los siglos,
ni habitarán en los huecos
de anaqueles ilustrísimos.
Pero estos versos se quedan
para siempre dentro mío,
con la excelencia de un clásico
y la pasión de un latido.
- Te hubiera costado poco
mover las aspas un mínimo...
pero en fin, ya no lloremos
porque la leche fue al piso.
Terminemos el Romance
con el tono del principio,
(y porque no queda otra...)
dándole un touch de altrüismo. *
VII
Y hoy… (suspiros)
Y hoy... que me vuelvo a mi casa
a intentar otros destinos
(que no sean conquistarte
sin chance alguna), TE digo,
con el rocín estropeado,
el escudo retorcido,
la armadura hecha pedazos
y el dolor de haber perdido,
que a pesar de mis pesares
y de tantos desatinos
¡qué inolvidable y sublime
que fue chocarte, Molino… !