En este turbado mar
no acierto cuál norte siga:
por una parte me obliga
a callar el temor feo,
por otra parte el deseo
me persuade a que lo diga.
Tirso de Molina
no acierto cuál norte siga:
por una parte me obliga
a callar el temor feo,
por otra parte el deseo
me persuade a que lo diga.
Tirso de Molina
ELLA
I
Se quita la coraza. No es muy dura.
Fraguó con material bastante noble.
No es de oro, ni de hierro, ni de roble,
pero es muy resistente su armadura.
No siente malestar sobre los huesos.
(La espalda se acostumbra a ciertos pesos…)
II
El traje se parece al de un payaso.
Refleja mil colores, se destaca.
Se mira en el espejo. Se lo saca
con cierta dejadez. Hay un fracaso
que late tras la malla en esa cota.
(Pero ella sabe bien que no se nota.)
III
La cuelga en una percha sin donaire.
La sangre brota al fin de las cisternas.
La nieve le chorrea entre las piernas.
Las lágrimas detonan en el aire.
Chequea el ventanal. Está cerrado.
Se inclina en el fanal. Está apagado.
IV
*La luna se desplaza y ve una grieta.
*Embate la coraza y la ilumina.
*La sombra de la estancia se confina
*debajo del embozo. La indiscreta
y altiva indumentaria toma forma.
Chispea. Cobra vida. Se transforma.
V
La dama despojada se protege
debajo de las sábanas. Un hombre
de quien conoce bien cuál es el nombre
la abraza y ella ruega que la deje.
No duerme. Mira fijo la armadura,
que más es contemplada, más fulgura.
VI
Dos cosas tiene en claro. Sólo dos…
-Que el sayo de bufón la ha protegido.
-Que pronto va a caer en el olvido.
Y entonces piensa en ÉL… -¡que si hay un Dios!
podría ser testigo acreditado-
de ¡cuánto! lo ha querido y lo ha extrañado.
VII
Respira y evalúa que si apaga
las luces del teatro y la comedia,
su vida volverá a ser la tragedia
que era antes de entrar en esta saga.
Que no podrá decirle que lo adora
con letras de neón y a toda hora.
VIII
Que le serán prohibidas las arenas
que pudo acariciar sólo con Él.
Que toda su poesía en un papel
irá a morir ahogada entre las penas.
Por ende, se descarga y justifica
en cada disparate que publica.
IX
La noche va cediendo en espesura.
El sol simula ser carros de asalto.
Es ella la que gira y pega un salto,
metiéndose con gracia en la armadura.
Se pinta una sonrisa, estira el brazo
y sale con su traje de payaso.
X
No siente malestar sobre los huesos.
(La espalda se acostumbra a ciertos pesos…)
Se quita la coraza. No es muy dura.
Fraguó con material bastante noble.
No es de oro, ni de hierro, ni de roble,
pero es muy resistente su armadura.
No siente malestar sobre los huesos.
(La espalda se acostumbra a ciertos pesos…)
II
El traje se parece al de un payaso.
Refleja mil colores, se destaca.
Se mira en el espejo. Se lo saca
con cierta dejadez. Hay un fracaso
que late tras la malla en esa cota.
(Pero ella sabe bien que no se nota.)
III
La cuelga en una percha sin donaire.
La sangre brota al fin de las cisternas.
La nieve le chorrea entre las piernas.
Las lágrimas detonan en el aire.
Chequea el ventanal. Está cerrado.
Se inclina en el fanal. Está apagado.
IV
*La luna se desplaza y ve una grieta.
*Embate la coraza y la ilumina.
*La sombra de la estancia se confina
*debajo del embozo. La indiscreta
y altiva indumentaria toma forma.
Chispea. Cobra vida. Se transforma.
V
La dama despojada se protege
debajo de las sábanas. Un hombre
de quien conoce bien cuál es el nombre
la abraza y ella ruega que la deje.
No duerme. Mira fijo la armadura,
que más es contemplada, más fulgura.
VI
Dos cosas tiene en claro. Sólo dos…
-Que el sayo de bufón la ha protegido.
-Que pronto va a caer en el olvido.
Y entonces piensa en ÉL… -¡que si hay un Dios!
podría ser testigo acreditado-
de ¡cuánto! lo ha querido y lo ha extrañado.
VII
Respira y evalúa que si apaga
las luces del teatro y la comedia,
su vida volverá a ser la tragedia
que era antes de entrar en esta saga.
Que no podrá decirle que lo adora
con letras de neón y a toda hora.
VIII
Que le serán prohibidas las arenas
que pudo acariciar sólo con Él.
Que toda su poesía en un papel
irá a morir ahogada entre las penas.
Por ende, se descarga y justifica
en cada disparate que publica.
IX
La noche va cediendo en espesura.
El sol simula ser carros de asalto.
Es ella la que gira y pega un salto,
metiéndose con gracia en la armadura.
Se pinta una sonrisa, estira el brazo
y sale con su traje de payaso.
X
No siente malestar sobre los huesos.
(La espalda se acostumbra a ciertos pesos…)