Donde el camino te muestre la
exacta
piedra que el rumbo se anime a
torcerte,
en el preciso lugar donde inerte
la encrucijada cruel te labre un
acta,
cuando no sepas bien cómo elegir,
cuando el rocín se frene y
corcovee,
nunca te olvides que el azar
provee
la justa rémora para seguir.
Y en el costado no pienses llorar
ni te seduzca volver sobre el
paso,
que el sol jamás detuvo ante el
ocaso
su acometida roja sobre el
mar.
Que no hay opción más que la de,
porfiando…
mover las piedras y seguir
andando.