¨En el otoño de mi vida la luna no tiene manchas, y sin embargo…¨ Kobayashi Issa Está raro el otoño, como más caliente. Como sublevado de primaveras, o agobiado de hojas secas, o aburrido de poemas que hablan del otoño. Debe estar enamorado (qué se yo) Y sí... A veces uno se cansa de postales de oro, de atardeceres que estornudan, de bufandas y gorros. Y quiere –sin molestar a nadie- mordisquear manzanas, soltarse el pelo hasta la cintura, acariciar el césped tibio o emborracharse de luna a cara descubierta (y a espalda descubierta también) ¿Por qué no? Así que –salvo orden autorizada en contrario- no queda otra que apoyar al otoño en esta noble causa, pintarrajear el cielo gris con turquesas, decirle a las nubes que ahora no, que podría ser después, que serán notificadas, que muchas gracias. Y abrir el alma, las ventanas, las puertas sin/vergüenza, de par en par. Estrenar sábanas de seda (preferentemente de colores cálido...
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