I
Yo que nací sobre el suelo,
humana, débil, rastrera,
veo alas y me creo
palomita mensajera.
Y ando llevando mis versos
como si fueran quimeras
de nube en nube, tratando
de que ¡por fin! vos los veas.
II
Los voy pegando en los globos,
en la luna, en los cometas,
y en los aviones gigantes,
los ato al ala derecha.
También escondí unos cuantos
dentro de varias botellas,
y a las aguas de los ríos
les encargué una tarea:
superar todas las trabas
y hacer frente a las tormentas
para que al fin encallaran
en tus montañas de piedra.
III
Vos no dejás que te toque...
y no habrá un dios que se atreva
a vulnerar esa cláusula
coherente, clara y honesta.
Pero verás... igual trato
por cielo, por mar, por tierra,
de que te lleguen mis besos,
mis caricias avarientas,
mis ¨nomeolvides¨ marchitas,
mis delirios de poeta
y algún que otro reproche…
a través de mis poemas.
IV
A veces, parece, amor,
que tus ojos me detectan,
pero es solo un espejismo,
una ilusión pasajera.
Vos te volvés a alejar
cruzando la misma senda,
porque tu Ley ya ha dictado
que somos dos paralelas
sentenciadas a andar juntas,
casi rozándose, cerca…
pero sin poder tocarse,
como cumpliendo una veda.
V
Ojalá que alguna noche,
mientras mirás las estrellas,
veas pasar- como al vuelo-
esta bandada de letras…
Y te distraigas del resto,
y sobre mí te detengas,
porque todo lo que soy
se encuentra cifrado en ellas.
Y que unos pocos instantes
para observarlas inviertas,
y te des cuenta ¡por fin!
que te deben su existencia…
Porque todo lo que soy
se encuentra cifrado en ellas...