Acatando mi capricho
de escribir qué es lo que pienso
cuando te miro, aquí estoy
dando pronto cumplimiento.
Y si bien, debo admitir
que se me cruzan los dedos
sobre el teclado, esquivar
este mandato no quiero.
Entonces, a enumerar
lo que me pasa procedo,
con extremado detalle,
(cuando en la mira te tengo…)
a)
Se me clavan la pupilas
como dos cuchillos nuevos
y se me quedan los ojos
imitando a un par de huevos;
b)
de esos ojos, corazones
invisibles van saliendo,
y me atiborran la casa
desde el piso hasta los techos.
c)
La boca se me hace un arco
como una luna al acecho,
marcándome la sonrisa
más embobada que tengo.
d)
El corazón se me pone
en desorden turbulento,
y va latiendo al galope
como una yegua sin frenos.
e)
No siento el frío polar
de este crudísimo invierno,
y con las medias de lana
(con suerte) solo me quedo.
El calor desde los pies
como un volcán va subiendo…
(la menopausia precoz
tiene síntomas idénticos)
f)
Me salen versos románticos,
y a Bécquer voy releyendo,
ni Benedetti se salva
del melifluo derrotero.
g)
Me como treinta manzanas,
(ya supone el verdulero
cuando me ve entrar), que estuve
mirándote desde lejos.
Finalmente, me retiro
a la bañera y me quedo
sumergida cuatro horas
en quince kilos de hielo.
A posteriori, ya en calma,
a mis labores regreso,
hasta que vuelve a ocurrir,
que me descuido… te veo…
y,
a)
b)
c)
d)
e)
f)
g)
y constantemente así.
¡ Qué hado cruel…!
¡ Pobre de mí !