¨En el otoño de mi vida
la luna no tiene manchas,
y sin embargo…¨
Kobayashi Issa
Está raro el otoño, como más caliente.
Como sublevado de primaveras,
o agobiado de hojas secas,
o aburrido de poemas
que hablan del otoño.
Debe estar enamorado
(qué se yo)
Y sí...
A veces uno se cansa
de postales de oro,
de atardeceres que estornudan,
de bufandas y gorros.
Y quiere
–sin molestar a nadie-
mordisquear manzanas,
soltarse el pelo hasta la cintura,
acariciar el césped tibio
o emborracharse de luna
a cara descubierta
(y a espalda descubierta también)
¿Por qué no?
Así que
–salvo orden autorizada en contrario-
no queda otra
que apoyar al otoño en esta noble causa,
pintarrajear el cielo gris con turquesas,
decirle a las nubes que ahora no,
que podría ser después,
que serán notificadas,
que muchas gracias.
Y abrir el alma, las ventanas, las puertas
sin/vergüenza,
de par en par.
Estrenar sábanas de seda
(preferentemente de colores cálidos)
citar al sol en plena siesta
y compartir con él
y con algún testigo bien dispuesto
un helado de chocolate
o de limón o de frutilla.
Y final y triunfalmente
poner uno a uno contra la pared
- con convicción pero sin violencia-
a todos los calendarios formales,
eso sí:
después de aflojarles la corbata,
decirles en el oído que se relajen un poco
y haberles desabrochado (al menos)
cuatro botones de la camisa.
Está raro el otoño, como más caliente.
Debe estar enamorado
(qué se yo…)