¨Habla el alma que hay en mí,
la que ríe, la que espera,
la que se irá cuando muera
o me canse de vivir.¨
Alejandro Lerner
I
Hace una pila de años
yo fui una nena muy rara,
una especie de bichito
que en ningún pozo encajaba.
Jamás hubo una muñeca
que entusiasmarme lograra,
y mi mamá, con tristeza,
en el placard las guardaba.
Tenía una colección
(y culpa...) por ignorarlas,
porque en mi vieja veía
la decepción dibujada.
Hasta que un día de marzo
una Olivetti prestada
con las teclas super duras
y la cinta borroneada,
vino a parar casualmente
a un rincón de nuestra casa,
y apenas nos vimos, supe...
que la vida me abrazaba.
Y aunque en mi hogar las tinieblas
siguieron en primer grada,
y las sonrisas, a todos,
por ley, se nos impugnaban;
las diez yemas de mis dedos
sobre esas teclas opacas,
en un veloz aporreo
el cielo mismo rozaban.
Y el papel (que era papel)
se convertía en guitarra,
en perlas de buen cultivo,
en lujuriosas manzanas,
en flores, en arco iris,
en mar de olas muy altas,
en potro salvaje, libre,
y también ¡por fin! en alas…
II
Unos... treinta años después
de aventuras tan extrañas,
y letra fugaz escrita
sobre una rugosa infancia,
podría otra vez decir
que fui una mujer muy rara,
una especie de bichito
que en ningún pozo encajaba.
Hasta que un día de marzo
este teclado sin tacha,
con las teclas ¨a inyección¨
y el monitor a sus anchas,
vino a parar casualmente
a un rincón de nuestra casa,
y apenas nos vimos, supe...
que la vida me abrazaba.
Y aunque en mi hogar las tinieblas
a veces al sol le ganan
y las sonrisas, no siempre
se nos ofrecen sin trabas;
las diez yemas de mis dedos
sobre estas teclas opacas,
en un veloz aporreo
hasta el mismo cielo alcanzan.
Y el plasma (como el papel... )
se me convierte en guitarra,
en perlas de buen cultivo,
en lujuriosas manzanas,
en flores, en arco iris,
en mar de olas muy altas,
en potro salvaje, libre,
y también
¡por fin!
en alas…
¡por fin!
en alas…