UNA IMPRUDENCIA

La vida estaba tocando fondo
con su exigencia de actos, no verbos.
Y no sabía de invierno alguno
que se pudiera evitar con versos.
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No había un puente para alcanzarte,
(Moisés dormido, el mar en medio)
salvo en las lides de la poesía
y en la lujuria de algunos sueños.
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Cronos rugía y me dejaba
en los perfiles de tu silencio,
sembrando humo con mis poemas
en tus entrañas de arena y cierzo.
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Pero una noche de piedra y ángeles,
cayó una estrella. Pedí el deseo...
de no dormirme bajo esta tierra
antes de ver tus ojos de viento.
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¡ Y el sol no tuvo mejor idea
que hacer lugar al requerimiento !
Yo no sabía si festejar
o (sin hablarte) salir corriendo.
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Vaya manera de atardecer,
con semejante bola de fuego.
Al parecer, la divina esfera
se había tomado mi cuita en serio.
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Por no caer en iguales brasas,
amigos míos, les recomiendo
que si una estrella se desacopla
¡ tengan cuidado con los deseos !
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¿Después del freno y de la omisión…?
Fue la sorpresa, y fue el incendio,
que en su abordaje no perdonó
voces ni letras, almas ni cuerpos.
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Y se borraron los prolegómenos,
las precauciones y los consejos,
la disyuntiva por lo geográfico
y la impiadosa falta de tiempo.
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< Uno debiera ser cauteloso
con que lo pide ante el Universo,
porque si cumple, puede ocurrir
que no sepamos qué hacer con eso >
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Que nos tengamos que retractar
de previsiones y de conceptos.
Que no haya dios ni jurisprudencia
que nos ampare de los efectos.
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Y por tocar el Cielo un instante,
suele pagarse el más alto precio:
que nos quedemos sin paz, sin ropa,
sin diccionario y sin argumentos,
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con las certezas puestas en duda,
con los seguros puestos en riesgo,
con el insomnio como testigo
vociferando nuestros secretos,
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y dibujando corazoncitos
en los poemas y en los espejos…

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