Podrás sentir el dolor de sus clavos
y el martillazo artero y despiadado;
podrás sangrar en el mismo madero,
podrás ungir con azúcar y llanto
lo que en su herida te tortura tanto;
podrás besar en su costado, pero,
aunque lo bañes de amor y de luz
es imposible que cargues su cruz.
¿Ves el camino? Esas holladuras
sobre la blanca arena de amargura
son de otros pies, y esperan tus pisadas.
Es el sendero que andaremos todos...
antes, después, de uno u otro modo.
Soltá el arnés, soportá la estocada,
porque es el único rumbo a tomar
y la unigénita opción de avanzar.
Podrás tejerte de espinas la tiara
y coronarte a un tiempo, desangrada,
para sufrir en tu frente su daño;
podrás la lanza en tus flancos hundir
creyendo así mitigar su sufrir,
podrás subir de su brazo el peldaño,
pero tu esfuerzo no podrá evitar
lo que el Destino acaba de acuñar.
Yo no te puedo abrazar (nadie puede)
ahorrarte lágrimas en esta breve
pero iracunda y aleve tormenta.
Y sin embargo te digo, aunque llores,
que brotarán de tus manos las flores
que no marchitan, que no se amedrentan,
cuando al final de la noche profunda
despunte el alba en tu alma fecunda.
Y te devuelva el amor ofrecido,
y te compense todo lo sufrido,
y te revele que no hay otra opción
que caminar con paso de soldado
a corazón abierto y entregado
por ese Gólgota de la Pasión,
para encontrar el único Tesoro
que estás buscando, cotizado en oro,
Ese guardado para los valientes
que no amilanan ante las serpientes;
que está escondido en un rincón sagrado
y cuyo precio es alto pero ¡vale!
porque después de congojas y males
tendrás la Llave de todas las puertas
que te conducen a la escena cierta
de la Verdad. Entonces, todo a un tiempo,
superarás blanduras y lamentos,
y en un concierto de sabiduría
reemplazarás la duda y la utopía,
por esa Paz ansiada que se toca
tan sólo andando sobre hirientes rocas.
Es en la fragua ardiente del Dolor
donde la espada forja su Valor.