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A todo militante del vacío
que al desdén de la palabra se arroga,
que el volcán de los silencios lo implote
como un ángel de Pompeya invertido.
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Que se duerma en su cuna de frío,
que los sueños le roben las vocales,
que en medio de la nieve se le manchen
las hojas con el blanco del olvido.
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Y que luego del dictamen divino,
se despierte sin tinta y sin las manos;
que no pueda escribir ni con su sangre,
por todos los desmanes cometidos
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en nombre de la elipsis o la injuria,
en el cielo gris de los mezquinos.
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S I L
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