A los apocalipsis y a las temperaturas,
y a los circos y a las hipérboles
de las cajas que San Juan envidiaría
por los vómitos y el fuego artificial,
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los luciferes baratos y los verbos,
los noticieros sin noticias y las redes
que pescan a los tontos sin carnada,
sobrevivirán los más idóneos.
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Los dueños del silencio, los templados,
las raíces profundas, no las hojas,
las reservas de agua, no los pétalos.
Porque es imposible salvar a todos.
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Sobrevivirán los más idóneos
para el arte del coraje y no las quejas,
los más agradecidos, no el ingrato
que vive de augurar los infortunios.
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Aquellos que se ocupen del abrazo
y no de repartir las puñaladas,
aquellos que se paren un instante
a contar hoy las estrellas en el cielo,
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y se queden dormidos con la gloria
de haber sido testigos (en su breve
pasaje por las calles de este mundo)
de tanta maravilla a su merced.
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Los otros serán parte del escombro.
Porque es imposible salvar a todos.
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S I L