《Voy a rendir mis legiones》
por no enredarte en mi tela,
por no envolverte en mis dudas,
por no encallarte en mi arena.
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Porque naciste con alas
y no sabés de fronteras.
Porque no tengo derecho
a pretender que las tengas.
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Y porque no supe nunca
si mi intención, toda buena,
te estaba ensanchando el vuelo
o regalando cadenas.
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No vaya a ser que en mi afán
de que me abras tus puertas,
me convierta en una jaula,
me transforme en una rémora.
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No vaya a ser que la llave
que yo te di como ofrenda,
te cierre el portón por dentro
para que al aire no vuelvas.
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Qué coraje que he tenido,
qué tan humana soberbia,
la de cruzarme en el medio
y en cambio de flor ¡ser piedra!,
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la de intentar despojarte
de sus anteriores penas,
la de lamer tus heridas
con la punta de mi lengua.
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La de probar tu veneno,
la de sangrar tu dolencia,
la de aplazarte el otoño
por inventar primaveras.
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Yo quise aferrar tus manos,
como aquél que en la tormenta
busca un refugio en el árbol,
y en vano, salvarse intenta.
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Yo pretendí enamorarte
con el fin de que sintieras
que me amabas más que a nadie,
(Dios me perdone la ofensa).
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Y en el ancho de tu espalda
traté de izar mis banderas,
aunque supe de antemano
que en el viento no se siembra.
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Y me perdí entre tus brazos
sin medir las consecuencias.
Que el Juez del Cielo se apiade
cuando me dicte condena
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por querer exorcizarte
de otro nombre (sin querellas)
que aún te corre por la sangre
como el fuego entre las venas;
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y que no pude borrar:
ni con versos, ni con perlas
arrojadas en tu mar
bajo la sal de mi piernas.
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Si acaso te preguntaran
por qué tengo el alma en pena,
respondé con tono firme,
y en voz alta y sin más vueltas,
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(ya que siempre has descifrado
cada una de mis letras):
¡ que es tanto lo que te he amado !
que estoy rogando indulgencia.
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< Qué coraje que he tenido,
que tan humana soberbia… >
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