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Dios me libre de explicar mis decisiones.
De hacer cruces en planillas verdiblancas.
De orbitar con quien mi corazón no banca.
De adaptarme a los envases de los clones.
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Dios me libre de la espina y de las penas
de todas las coronas, de los ayes,
de andar sembrando clavos por la calles
y de vociferar las malas nuevas.
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Pero nunca me libre de animarme
a andar a paso firme por la noche,
sin mapas, sin linternas ni reproches,
exenta de perderme y de salvarme.
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- ¿Y el último pareado?
- Lo he omitido,
por no escribir finales aburridos.