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A pesar de haber nacido en los pozos
abiertos por los pies de los esclavos,
las pupilas de tus ojos claros
siempre miraron las estrellas.
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No te dieron el cincel en las canteras
pero igual descubriste las pirámides,
las marcas en las huellas del atlante,
todos los secretos de Ganímedes.
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Tus padres y los padres de tus padres
te cortaron las alas. No pudieron
evitar que demostraras que el vuelo
nunca depende de la suerte.
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Tus cerrojos fueron los papeles,
la acritud de un trabajo y un patio.
Las jaulas de ortodoxas condenas
nunca te frenaron. No pudieron.
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Tus hijos en los mismos escritorios,
pisando las idénticas veredas,
lo supimos antes. ¡Qué ventaja!
Fuiste nuestra Piedra Rosetta.
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Nos legaste los mapas de Von Däniken,
las llaves de este mundo y de otros mundos;
y todas las ventanas del cielo
que cierran las puertas de las lágrimas.
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Te hemos honrado. Lo estás viendo.
Con la sangre de tus alas cortadas
seguiremos abriendo los caminos,
hasta encontrarte.
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S I L