Por todas las Espinas de Ortiga
que en medio de las hojas de menta,
crecieron en mi patio y se fueron
prodigando como las hormigas.
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Y avanzaron clavando sus inquinas
en las plantas descalzas de mis hijos,
mezclando nuestra sangre con la tierra
y agobiando los jardines de mi vida;
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vengo aquí a hacer abono de la herida,
a nombrar a esa maldad como maestra,
a entender el dolor como espoleada
y agradecer la enseñanza recibida.
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Porque sin esos puñales asestados,
su fuerza no se habría despertado.
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S I L
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