En primer lugar debés cuidar tu fuego.
¿Cómo habrás de iluminar sin una antorcha?
La respuesta nunca está en la luz del ego,
¿quién tendrá (la luz) más larga? ¿quién más corta…?
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Recordar que todo alarde es una máscara.
Entender que toda pompa es un engaño,
que debajo del disfraz y de la cáscara
hay un alma que ha sufrido mucho daño.
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Apostar a la gastada otra mejilla,
que de tantas cachetadas ya hizo el callo,
y dejar que se acomoden en tu silla
los que harían (en teoría) tus trabajos
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con más margen de certezas. Dios ya vio
en el límite final de esta carrera:
que la liebre se tropieza con su yo
y aunque intente ventajear, no siempre llega.
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N O S I E M P R E L L E G A
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S I L
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