Blogger le
hizo creer que existía el amor.
Twitter,
que llevaba la verdad consigo.
Facebook,
que tenía montones de amigos
y que era
posible otro mundo mejor.
La pompa y
la imagen entre juglaría,
la foto elegida
en un cendal de humo,
detrás de
la cual no se advierten los grumos
del pobre
y falaz mester de paganía.
Incauta
fue aquella que en un monitor
se vistió
de seda y de literatura,
como si en
la arena de esa cuadratura
un genio
pudiera curarle el dolor.
¡Confundir
alquimia con puras cenizas!
No hay
zapato alguno sobre la escalera.
No hay
conejos blancos dentro la chistera.
Y un dios
implacable se muere de risa.
Para una
mentira no hay nada más sano
que el sol
en la cara una manaña fría,
denunciando
al mundo esa melancolía
que lleva
la escueta verdad de la mano.
La verdad
desnuda, sin peros, sin ropa,
con el
paso firme sobre la explanada,
renunciando
al vórtice de la pavada,
vaciando
de un solo puntapié la copa.
¿Y ahora…?
El trago: amargo y adverso,
pero
necesario y legitimador.
Tratar de
enmendar -como sea- el error,
y apostar el
alma a enaltecer los versos.
Ha
ignorado al Ángel, no atendió sus dones,
que el
Numen la olvide, que Dios la perdone.