Habiendo parecido más que sido,
propongo a mi sombría irradiación
(- ¡ Sombra ! - me gritaron de un rincón…)
un giro capital y decidido.
Dejar de comerciar con tanto humo,
volver a militar en la franqueza,
driblear con dignidad a la tristeza
que me anda atropellando en grado sumo,
torcer la mala entraña del camino,
hacer que la ceniza de este cuento
se vaya dispersando con el viento
y abrir la puerta grande del Destino.
Aquellos que me aman, me comprenden,
aquellos que me ignoran, no se enteran,
si alguno no me quiere, no hay manera
ni esfuerzo que le cambie lo que entiende.
Empiezo por el punto de partida,
o sea, la señora del reflejo
que veo cada noche en el espejo
tratando de hacer pie por esta vida.
En fin, que ando intuyendo que podré
salir del laberinto que inventé.