I
Al final se fue con ella.
Era morocha, tenía
desparpajo y lo seguía,
a sol, a sombra y estrella.
Yo, como ajada Mireya,
clavé la ñata en el vidrio,
me marchité como un lirio
y me comí un lagrimón
más grande que este garrón
rayano con el delirio.
II
¨Nadie pierde, dice un grande,
lo que nunca había tenido¨,
pero no encuentro el olvido
por ningún lado y la sangre
como un volcán se me expande
de los celos y la rabia,
mientras ellos van en Babia
por jardines de verano
agarrados de la mano
dándole duro a su labia.
III
Ella parece Julieta
y él, Romeo- sin balcón-
les daría un empujón
para partirles la jeta,
pero me queda una veta
de ubicación y buen tino,
y si el bendito destino
decidió que no lo tenga,
mejor será que me atenga
a la señal del camino.
IV
No leí bien las estrellas,
no vi la letra chiquita,
y a pesar de tanta cuita,
el muy ruin , se fue con ella.
Así que… sin dar querella,
me guardé los veinte tomos
de poesía y en sus lomos
donde decía : ¨Para él¨
le pegué encima un papel
con plasticola y encono.
V
En fin, guardé en una caja
mis tres mil cuarenta y cinco
poemas, y dando un brinco,
la escondí bajo una laja,
(que ni un elefante raja
si la pisa), y me alejé
justo por donde llegué,
con la firme convicción
de bajar este telón
y retirarle mi fe.
VI
El que no se escapa a tiempo
de un territorio minado,
corre ese riesgo extremado
de andar pisando a mal tiento,
¨mezcolancearse¨ en el viento
con cuatrocientos bombazos,
y además de perder brazos,
que el alma se le divida
como cristales sin vida
hecha infinitos pedazos.
Era morocha, tenía
desparpajo y lo seguía,
a sol, a sombra y estrella.
Y al final…
aunque el muy zaino sabia
¡que yo también lo quería!
Al final se fue con ella.