UNA SANACIÓN

La típica descarga del que cree
que por tener diploma sabe todo,
los diálogos que escriben sobre el lodo
aquellos que se ufanan porque leen.
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Los humos y las pseudotrayectorias
de algunos pedagogos rebuscados.
Los atrios y los tronos calentados
por reyes que han perdido la memoria.
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Los machos, que de lejos te maltratan
de tecla y de palabra, y al chocar,
se vuelven gelatina sin cuajar,
ahogándose en el pis de sus bravatas.
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Las evas que alardean sin adanes,
pero (portón adentro) siempre esperan
que un príncipe las salve y que las quiera,
sin ver sus amazónicos afanes.
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El Dime, el Qué dirán, el No me callo,
las fotos familiares de mentira,
las negras cataratas de la ira,
los Soy, aunque les quede grande el sayo.
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Las balas del discurso, las contiendas,
las tantas realidades como ojos,
el grito y el silencio, los despojos,
la duda y la certeza, las enmiendas.
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Las mínimas monedas que contamos
los unos (mientras otros juntan oro).
El fuego que nos brota por los poros,
la nieve de los besos que no damos.
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Los tóxicos deseos de venganza.
Los egos que se mueren por la boca.
Los celos que envenenan al que tocan.
Los panes y los peces que no alcanzan.
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Las múltiples soberbias en el podio.
Las lágrimas tapando los errores.
Las vanas competencias, los rencores,
las lenguas impulsadas por el odio...
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se convierten en polvo, se atomizan,
con tu sonrisa
con tu sonrisa

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